Por circunstancias de la vida son muchas las personas que viven lejos de sus casas, alejados de su lugar de nacimiento. Ese lugar del que sienten que forman parte y donde se sienten queridos y seguros porque allí están sus vínculos primarios, descansan sus costumbres y sus recuerdos.
Vivir lejos de casa acarrea muchas dificultades porque es necesario un periodo de adaptación que en la mayoría de los casos está cargado de dolor e incertidumbre.
Si bien esa adaptación es necesaria puede ser más o menos llevadera dependiendo de la actitud de la persona y de quienes la acompañan en ese momento. No es lo mismo transitarla solo que acompañado. Podría definirse como un periodo de duelo que se caracteriza por el dolor que causa la pérdida de algo que es importante en nuestra vida.
Aunque no existan diferencias idiomáticas, que se transformarían en un plus dificultando la integración, el crear un sentimiento de pertenencia no es un tarea sencilla, porque hasta las mínimas diferencias parecen obstáculos difíciles de atravesar cuando de sentimientos se trata. Aunque las personas sean bien recibidas y aceptadas por quienes forman parte del lugar de acogida no siempre es suficiente para que se sientan integradas y apreciadas como parte importante de ese lugar.
En algunos casos quienes emigran lo hacen en busca de trabajo, otros huyen de situaciones políticas y sociales complicadas, y algunos, generalmente los más pequeños, no toman la decisión de desplazarse, ya que, se ven obligados a hacerlo por decisión de los mayores.
Muchos se desplazan para después de un tiempo regresar a su tierra. Otros, por el contrario, se quedarán a vivir indefinidamente. Todas las situaciones, a pesar de ser diferentes, están acompañados en mayor o menor medida de sentimientos desestabilizantes.
En este artículo me limitaré a describir la situación de las personas que eligen o se ven obligadas a emigrar en busca de mejores condiciones laborales.
¿Qué se puede hacer para favorecer la adaptación? Dependiendo de la situación particular los conflictos que genera el traslado son diferentes y es necesario abordarlos desde lugares distintos.
En el caso de decidir emigrar para buscar una mejoría económica es fundamental que la persona tenga claro cuál es su objetivo, qué lo llevo a tomar la decisión de alejarse de su tierra y qué espera encontrar en el lugar elegido. Para tener expectativas realistas la persona antes de tomar la decisión de emigrar debe informarse acerca de las posibilidades y limitaciones que tendrá en el lugar en el que espera ser acogido (se excluye de esta situación a los refugiados que no tienen tiempo real para adquirir información porque les apremia la huida, ya que sus vidas corren serio peligro).
Tener un plan antes de alejarse de su tierra les dará mayor seguridad y les permitirá abandonar el sentimiento de navegar a la deriva con todo lo negativo que ello acarrea.
Para integrarse, es fundamental abrir la mente para conocer mínimamente la historia y las costumbres de los habitantes del lugar de destino. Cada lugar está lleno de particularidades. Los modismos sociales son muy diferentes en un lugar o en otro. El trato, la cordialidad y la manera de establecer vínculos pueden tener grandes diferencias. Conocer la cultura de un pueblo, aunque sea superficialmente, puede ayudar a buscar puntos de encuentros. Aunque haya diferencias siempre existirán también coincidencias.
Abrir la mente, ser comunicativo, favorecerá el establecimiento de vínculos que formen los cimientos de una nueva vida. Sin embargo, no depende solo de quien emigra, sería de gran ayuda que se informe a los habitantes del territorio de acogida de los aportes que la corriente inmigratoria realiza, favoreciendo el crecimiento económico, ya que en la mayoría de los casos realizan el trabajo rechazado por quienes son nativos del lugar.
Ambas partes mejorarán la convivencia si invierten tiempo en conocerse culturalmente, tratando de aprender unos de otros. La pluralidad cultural amplia la visión del mundo.
Por parte de los inmigrantes es necesario que no caigan en el error de idealizar el lugar donde vivían antes porque seguramente allí también se enfrentaban a dificultades y debían atravesar obstáculos una y otra vez. Es importante recordar que los vaivenes de la vida están presentes siempre, independientemente del lugar geográfico donde se habita. Los seres humanos tendemos a idealizar lo perdido y esa idealización no permite valorar lo bueno que la nueva situación de vida nos brinda.
Quedarse anclado en los recuerdos no permite construir nada nuevo. Aprender unos de otros, compartir, intercambiar vivencias, no olvidar que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones, independientemente de nuestro lugar de procedencia, ayuda a construir una convivencia sana y productiva.
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