Cuando la comunicación es eficaz nos conectamos con nuestro interior, con nuestras emociones y con las emociones de los demás. Escuchar antes de responder y no apresurarnos son pautas que se deben respetar cuando intentamos comunicarnos. En ningún momento el diálogo debe transformarse en una guerra de egos donde todos luchan por imponer sus ideas y tener la razón: ese tipo de confrontación no conduce a ningún lugar positivo e imposibilita cualquier tipo de comunicación eficaz. Cuando se dan esas condiciones el diálogo es inexistente y lo que tiene lugar es la discusión. Si discutimos no nos escuchamos y si no nos escuchamos no nos estamos comunicando.
Existen muchas formas diferentes de comunicarse. Podemos comunicarnos con palabras, gestualmente o con hechos. La comunicación puede ser puramente racional, emocional o mixta (racional y emocional).
Nos comunicamos desde que nacemos. En un primer momento de manera sencilla, fundamentalmente con gestos acompañados de emociones. A medida que evolucionamos la forma de comunicarnos se complejiza, aparecen las palabras y la necesidad de compartir un código lingüístico.
El lenguaje se transforma en una de las vías más importantes de comunicación. Sin embargo, que intercambiemos palabras no quiere decir que la comunicación sea eficaz. Muchas veces se puede verbalizar mucho y en realidad no se está diciendo nada que tenga fundamento. Una frase que describe esta situación es hablar por hablar.
El mantener una comunicación abierta y fluida favorece el desarrollo de relaciones humanas duraderas. Es importante que prevalezca el diálogo sobre la discusión. Cuando dialogamos podemos intercambiar opiniones, discrepar sin que por estas diferencias se cree un clima de tensión ni agresión, cada uno puedo sostener sus dichos fundamentándolos, pero siempre escuchando y aceptando aunque no los comparta los dichos de quien o quienes participan de la charla. De esta forma se construye el diálogo que conlleva a una comunicación eficaz.
Cuando escuchamos lo que los demás intentan comunicarnos abrimos un espacio de aprendizaje y crecimiento personal. No tenemos que amoldarnos a los dichos de los otros. Sin embargo, es necesario poner en práctica una escucha empática para abrir nuestra visión del mundo y reconocer que un mismo hecho o situación puede ser entendido desde perspectivas diferentes.
La base de una comunicación eficaz es el respeto por el otro. Sólo si respetamos a nuestro interlocutor podremos lograr una comunicación sana.
Cuando la comunicación es eficaz nos conectamos con nuestro interior, con nuestras emociones y con las emociones de los demás. Escuchar antes de responder y no apresurarnos son pautas que se deben respetar cuando intentamos comunicarnos. En ningún momento el diálogo debe transformarse en una guerra de egos donde todos luchan por imponer sus ideas y tener la razón: ese tipo de confrontación no conduce a ningún lugar positivo e imposibilita cualquier tipo de comunicación eficaz. Cuando se dan esas condiciones el diálogo es inexistente y lo que tiene lugar es la discusión. Si discutimos no nos escuchamos y si no nos escuchamos no nos estamos comunicando.
Cuando se presentan situaciones de conflicto el diálogo puede ayudar a resolverlo. No es una tarea sencilla porque generalmente el conflicto genera malestar en una o en ambas partes, y es difícil escuchar empáticamente en esa situación. A veces es mejor esperar un tiempo hasta que podamos reducir el malestar y estemos preparados para escuchar. En ese tiempo de impasse podemos pensar cuales son las diferencias y coincidencias que tenemos con la persona en conflicto, qué nos unió en su momento a ella y que aportaciones nos da esa relación a nuestra vida. Si son más las cosas buenas que las malas es momento de dialogar, y si por el contrario son más las cosas malas que las buenas no es momento de dialogar ni de discutir sino de alejarse tomando distancia de una relación perjudicial, una relación que es tóxica en nuestra vida y sobre la que nada se puede construir.
Buscar soluciones comunes es una meta a alcanzar. Expresar lo que sentimos, pensamos y vemos es una forma de acercarnos a los demás. Explorar nuestras propias emociones y deseos y buscar puntos de contacto con los otros es una forma de dialogar.
Se trata de construir desde la comunicación espacios de intercambio en el que todas las partes participantes aprenden y enseñan algo. Primero tenemos que ser críticos con nosotros mismos para poder serlo con los demás, de esa manera la crítica será una crítica constructiva alejada de los reproches y la falta de comprensión.
Ninguna verdad es absoluta porque depende del espejo con que se la mire. Una mente flexible reconoce que en la duda muchas veces está la verdad. Cuando escucho lo que otro quiere comunicarme, aunque esté en desacuerdo, salgo del lugar omnipotente de la certeza y me planto en la duda. La duda como algo positivo que me permite pensar que, quizás, un mismo hecho o situación puede ser definido de diferente manera y que todas las descripciones pueden tener algo de certeza y algo de falsedad.
Pensemos cuando miramos un paisaje: geográficamente, el paisaje está compuesto por los mismos elementos para todos, sin embargo, es muy probable que la mayoría centremos nuestra atención en distintos lugares y lo describamos de una forma muy diferente. Incluso una misma persona, si cambia de perspectiva, lo describirá de diferente manera. Con este ejemplo quiero ilustrar el hecho de que se pueden realizar lecturas distintas de las cosas y eso no quiere decir que unas tengan más veracidad que otras. Si atendemos a todas las perspectivas nuestra visión del mundo se enriquecerá y eso solo será posible si mantenemos una comunicación eficaz.
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