La autoestima se construye y esa construcción comienza desde el nacimiento. Son grandes protagonistas en esa construcción los padres o quienes cumplen la función de asistir al niño.
Es fundamental que el niño se sienta querido, escuchado y respetado. Los padres que incentivan a sus hijos les hacen sentir que los errores no son fracasos, sino posibilidades de aprendizaje y que nunca es tarde para volver a intentarlo. Favorecen en el niño el desarrollo de una autoestima segura.
La persona que se valora positivamente transmite su valorización a los demás y se rodea de personas que lo aprecian y valoran. Por el contrario quien no se ama y respeta se rodea de personas tóxicas que aprovechan su desvalorización, abusan y utilizan su debilidad en beneficio propio.
La psicóloga Rut Abadía define la Autoestima como el sentimiento valorativo de nuestro ser, de quienes somos, del conjunto de rasgos físicos, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Ésta se aprende, cambia y la podemos mejorar.
Generalmente nos preocupamos por saber cómo nos definen los demás, qué piensan de nosotros, qué les gusta y qué les disgusta. Pocas veces hacemos un ejercicio de mirar hacia adentro y centrar nuestra atención en definirnos, describiendo lo que sentimos cuando pensamos en nosotros mismos.
No es un ejercicio sencillo, porque muchas veces nos cuesta menos pensar en lo que nos disgusta de nosotros que en aquello de lo que estamos orgullosos y valoramos positivamente.
Primero tenemos que conocernos y comprendernos para luego poder comprender a los demás.
La autoestima se construye y esa construcción comienza desde el nacimiento. Son grandes protagonistas en esa construcción los padres o quienes cumplen la función de asistir al niño.
Es fundamental que el niño se sienta querido, escuchado y respetado. Los padres que incentivan a sus hijos les hacen sentir que los errores no son fracasos, sino posibilidades de aprendizaje y que nunca es tarde para volver a intentarlo. Favorecen en el niño el desarrollo de una autoestima segura. Es importante mencionar que es tan mala la desvalorización como la sobrevalorización: plantear al niño metas irreales, imposibles de alcanzar, hacer que crea que es un súper héroe y que todo lo puede lo llevará a una frustración constante, creando la necesidad de llenar las expectativas inalcanzables de los padres, que inevitablemente lo conducirán a fracasos que disminuirán notablemente su autoestima.
Una frase que escuchamos comúnmente es que Para amar a los demás hay que amarse a sí mismo. Yo agregaría que al amarnos a nosotros mismos somos amados por los demás. La persona que se valora positivamente transmite su valorización a los demás y se rodea de personas que lo aprecian y valoran. Por el contrario quien no se ama y respeta se rodea de personas tóxicas que aprovechan su desvalorización, abusan y utilizan su debilidad en beneficio propio.
Todos nos vinculamos en algún momento de nuestra vida con personas tóxicas: familiares, la pareja, amigos, vecinos, compañeros de estudios, de trabajo, conocidos. Algunas veces los reconocemos y otras veces pasan desapercibidos.
Las víctimas predilectas de las personas tóxicas son las personas con baja autoestima, porque son más fáciles de manipular y someter.
Las personas tóxicas son personas: sin empátia, crueles, calculadoras, frías. No sienten ningún respeto por los sentimientos de los demás. Creen que cualquier medio es válido para conseguir un fin. Son egoístas, narcisistas. Construyen su vida en base a la destrucción de la vida de quienes los rodean. Para poder reconocer a este tipo de personas y no ser víctimas de ellas es necesario fortalecer la autoestima a partir de ejercicios de reconocimiento de nuestras capacidades y fomentar una actitud valorativa positiva de nosotros mismos.
Si la persona puede reconocerse como digna de ser amada por sí misma podrá rodearse de personas que la amen tal como es, sin limitar en ningún momento su capacidad de crecer y desarrollarse. En pocas palabras: sin limitar su libertad.
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